22 de noviembre. Cor Blanc

La canción de las 15:14. Tengo nuevos seguidores. Como en el anuncio pero al revés, soy el chico nuevo de la oficina y algunos de mis compañeros ya forman parte de mi ingente legión de fieles. Es éste un selecto club en el que cualquiera puede entrar; de ahí lo de selecto. Ellos, jóvenes y brillantes, no saben aún de mi gusto por la música en catalán. Ya se enterarán, pero para que se vayan introduciendo en el asunto, hoy comparto con ellos, y con el planeta mundo entero, lo primero de Cor Blanc, grupo barcelonés cuyo nombre, traducido al vernáculo castellano, sería Corazón Blanco. Pero ni Mireia Bernat ni Sergi Serra cantan en adorable catalán sino que lo hacen en el inglés más universal. Qué más da si me gusta igual.

21 de noviembre. Monterrosa

La canción de las 10:37. Madrugo para que quien sea me ayude. Y solo un rato después, encuentro tres minutos para compartir la última canción de Monterrosa. Ya conocéis mi extraña vena facilona, bailable, a ratos friki, a otros, más todavía. De todo eso tiene mucho este “Me manipulaste”, nueva colaboración entre Rocío, componente de Las Chillers y felizmente aficionada a cantar con el pecho al descubierto, y Esnorquel DJ. Bailemos, pues.

20 de noviembre. Xavier Calvet

La canción de las 15:43. Volvamos a las tradiciones, aunque no parezca el día más señalado para ello. Regresemos a las canciones perfectas, a la preciosa y justa combinación entre el pop y el rock, a esos himnos de mítica teleserie americana. Encuentro el talento necesario para hacerlo en Xavier Calvet, otrora líder de aquellos Bullit, que también pasaron por aquí hace tiempo. Su “Lovelight” suena a todo lo anterior y a todo lo mejor que se nos pueda ocurrir.

Y de repente, Javier Álvarez

Admiro profundamente a Javier Álvarez. Desde siempre. Lo digo, mejor lo escribo, al principio, como blanda venda para posterior herida. Le considero el maestro nacional del minimalismo, de las pequeñas canciones más grandes y perfectas que nunca se han escrito por aquí. Presentó este lunes su nuevo disco, “10”, después de una década en relativo silencio, y en el magnífico Teatro Lara había muchas ganas de reencontrarse con él.
Me encantó ver a Javier sonreír. Siempre lo ha hecho pese a pasar épocas residiendo en el vestíbulo de los infiernos. Disfruté mucho de él, más porque se presentó acompañado por dos grandísimos músicos, Meta al bajo y el grandísimo Ricky Lavado a la batería y a unas sorprendentes segundas voces. Si la disolución de Nudozurdo, el grupo que formaban ambos junto a Leopoldo Mateos, ha servido para que Meta y Lavado hagan conciertos con Álvarez, buenísima sea la mala noticia.
Comenzó el concierto con la primera cara íntegra de su nueva obra. Preferí no escuchar nada previamente, salvo el magnífico “El mar”, con el que empieza “10”. Y así fue mucho mejor. En casi ningún momento se me borró esa sonrisa tonta con la que escuchas por primera vez canciones simplemente perfectas. Lo son, rotundas, “No fue”, “Detr/s”, “En la cuarta”, “Presente” o “Sonata de otoño”. Le perdoné, con la misma sonrisa de antes, que Javier se olvidara de algunas de las letras de sus nuevas canciones y que resbalara de alguna manera con la excesiva “Tuno”, no demasiado bien llevada al directo.

Y luego, todo lo demás. Clásicos que llevan emocionando, al menos a mí hasta casi el extremo, más de dos décadas. Hay artistas, entre ellos algunos de los que más admiro, que cantan sus grandes éxitos como obligados, como una especie de pesada carga por la que pasar sí o sí. Comprendo que llegará a bordear el coñazo interpretar siempre lo mismo, pero, por ejemplo, a Javier Álvarez no se le nota nada en absoluto. Y en todo caso, no haberlas compuesto. Lejos de renegar de su pasado, reinterpreta himnos como si los acabara de componer ayer mismo. Y así sonaron magníficas, pero majestuosas de verdad, “La edad del porvenir”, indiscutiblemente entre las diez mejores nacionales de todas las eras, “Piel de pantera”, “1, 2, 3, 4”, “Sunset Boulevard”, la desternillante “Padre”, la no menos concluyente “Ni na no”, o su emocionantísima revisita del antiguo cuplé, luego himno de la Legión, “El novio de la muerte”.
Servidor, que ha tenido la inmensa suerte de ver a Javier Álvarez en garitos mucho menos refinados que el monumental Lara, no se sorprendió en absoluto cuando el cantante madrileño dio rienda suelta a su innata y descacharrante condición payasa. Y así se paseó por todo el teatro cantando en playback el último hit de la música disco, tuvo tiempo para insertar la palabra mágica del artisteo global, “Malamente”, en una de sus canciones, y homenajeó a sus máximos referentes, Abba y Michael Jackson. Todo ello bajo los gritos de “Guapo” que llegaban desde la entregada platea. Ante la emocionantísima y rendida ovación final, Javier reaccionó bromeando. “Qué falsos sois”, acusó. La típica salida mentirosa del nervioso satisfecho que volvió a sonreír.

18 de noviembre. Mazmorra

La canción de las 13:01. Con semejante denominación, le doy al play y espero cualquier cosa relacionada con melenas, voces y satanismo. Pero no. Tampoco lo que encuentro es, digamos, luminoso, pero al menos sí muy interesante. Mazmorra es un grupo de Bilbao formado por Ana Arsuaga, Israel Monzoncillo y Borja Serra. Hacen una música que ni ellos mismos saben calificar ni encuadrar en una u otra categoría. No seré yo el que me atreva a hacerlo. Falta no hace. Solo seguiré disfrutándola y disfrutando con ese eclecticismo mío que un buen día llegó y ya nunca se quiso marchar.

17 de noviembre. Lester y Eliza

La canción de las 11:48. Me tengo que informar para saber algo del regalo de esta soleada y sabatina mañana. Es mi profesión. Informarse para informar. De lo que sea. En el caso que nos ocupa, y que en nada nos preocupa, leo que Lester y Eliza fueron dos trasuntos de los míticos Bart y Lisa, que aparecieron en un capítulo de Los Simpson. Cada uno llama a su grupo como quiere, sólo faltaba. A mí lo único que me importa es que me provoque algo bueno lo que producen. Y con esto que suena desde la fantástica Bilbao lo hacen.

15 de noviembre. Esteban & Manuel

La canción de las 16:02. Ya hace días alertaba de que el autotune había llegado para quedarse. Lo que no sabía es que lo había hecho para quedarse dentro de mí, con un lugar predilecto en esa doble residencia que me gasto en mi actual vida de cibernético emigrante. Si combinamos esa voz mecanizada con que Esteban y Manuel son irremediablemente gallegos y con el ritmazo que tiene de por sí la cumbia verbenera, no hay duda de que este “Ela Namoroume” es la canción perfecta para la tarde de cualquier jueves, incluido este (aunque a mí me siga gustando más escribir éste con tilde).

14 de noviembre. Indianápolis

La canción de las 19:40. Es tarde. Lo suficiente como para no pensar en lo primero que pase por la cabeza. Uno escucha Indianápolis y al momento se le pone cara de velocidad. A unos chavales granadinos les suena solo a buena música. A la suya. Acaban de sacar su segundo EP y a fe que es bastante notable. No les conoce nadie, pero ese mismo nadie una vez dijo que esto nunca sería fácil. De sus dos nuevas canciones, “Polonia” me gusta bastante más que “Domingo”, pero entre que Youtube es así de caprichoso y de que, insisto, es tarde, os dejo que elijáis vosotros mismos.

13 de noviembre. Holy Bouncer

La canción de las 16:39. Parecen contentos los componentes de Holy Bouncer. Normal: se conocen desde que tenían cinco años, son amigos desde entonces y hacen juntos lo que más les gusta. No hay nada mejor. Si su objetivo fue hacer música elegante, han conseguido su meta con total éxito. Esas teclas psicodélicas que llegan desde Barcelona son las culpables.

12 de noviembre. Ordesa

La canción de las 18:44. Tras la tempestad llegó la calma. Corrimos como balines sin que nadie nos persiguiera, vengamos sin armas interiores derrotas y sufrimos sin más motivo que poderlo contar después con una sonrisa de orgullo. No lo hice escuchando la música de Ordesa porque la ignorancia es muy atrevida y el desconocimiento muy osado. Escucho ahora por primera vez las nuevos canciones de este dúo salmantino, sí, sí, porque en mi tierra también se hace buena muy música; cierro los ojos y veo subidas y bajadas, metros y más metros. Y sonrío. Por lo uno y por lo otro.