Ana Webb

La canción de las 15:21. Sería fantástico que la ovetense Ana fuera familia lejana del gran Spud Webb, aquel mito baloncestístico de mi juventud que hacía cosas loquísimas pese a no llegar al 1’70 de altura. Desechada la idea, me quedo, que no es poco, con la música de esta joven talentosa que canta desde su casa diciendo cosas curiosas. Su EP se titula Que no llegue el verano y, pese a que me gustan sus canciones, no puedo estar más en desacuerdo con ella.

Los Madison (para Celia)

La canción de las 16:06. En cualquier momento despertaré de la pesadilla y Celia volverá a estar aquí, con nosotros. Mi compañera Celia Sánchez, la de la sonrisa eterna, la de la luz en el rostro, la de las preguntas incómodas, la de la escritura fácil, la de las risas sobre el escenario. Se nos ha ido y, además de cagarme en todo, solo se me ocurre agradecerle el tiempo que pasé con ella. Entre las cosas que teníamos en común no estaban los gatos (sus nenes Ron y Leo), pero sí la música. Recuerdo, entre otros muchos, su amor por todo lo que hacía su amigo Txetxu Altube. Repito hoy, entre lágrimas y rabia, como modesto homenaje, la canción más inmortal de su grupo, Los Madison, que ya compartí por aquí hace cientos de años. Era de sus favoritas. Nos costará tanto olvidarte, Celia, que nunca jamás lo haremos.

Antònia Font

La canción de las 15:03. Después de días de abandono semiobligado, regreso a lo grande a este placentero juego de compartir belleza. Lo hago contento porque han vuelto los Antònia Font después de casi una década de relativo silencio. Lo de relativo tiene que ver con aquellos luminosos trabajos en solitario de Joan Miquel Oliver, pero ahora, juntos de nuevo, todo vuelve a sonar tan bien como hace diez años. Con las letras de Oliver y la voz de Pau Debon, el mundo es un poco mejor después de volver a escucharles cantar en exquisito mallorquín. En época de penas, disfrutemos del regreso.

José Domingo

La canción de las 14:05. En la vida también pasa. Incluso más. Llevas mucho tiempo sin saber de alguien y el reencuentro es tan real como si no hubiera pasado tiempo. Al catalán José Domingo lo descubrí hace tiempo, vivía yo en otro sitio y con otra gente, y lo hice con aquella blanquísima palidez. Muchos años después lo recupero en plenísima forma con este formidable “Vengo del futuro”.

Javier Gil

La canción de las 18:26. No diré aquí el motivo por el que una noche de aquellas me fui sin pagar de un garito. Mi madre lee ahora eso de las frases de los niños del horrible hormiguero y no quiero que, en un despiste, lea esto y se entere de que su hijo se va de los bares sin abonar religiosamente sus consumiciones. Javier Gil conoció a la chica de esta canción en el Contraclub y allí se pidió un ron cola. Quizá fuera eso lo que dejé sin pagar y quizá fuera ese el local madrile´ño del que me fui sin hacer caso a mis obligaciones. Puede ser, incluso, que a las pocas noches regresara, avergonzado, solo a saldar deudas.

La culpa

La canción de las 15:17. Con todos ustedes, probablemente, la peor palabra del mundo. Dificilísima de calibrar, casi imposible de convivir, amiga íntima de la vergüenza, un horror al cabo y, sobre todo, al fin. Pero musicalmente, La culpa es el último hallazgo. Tania, Miqui, Néstor y Toni hacen, desde Valencia, implacables trallazos de minuto y medio. Ojalá la culpa fuera tan corta.

Apartamentos Acapulco

La canción de las 12:38. Lamento el tono lastimero del último post. Ante los incesantes mensajes de preocupación, uno o ninguno en concreto, aclaro que, de nuevo, la música alivia. Escuché, por primera vez en directo, las canciones de los granadinos Apartamentos Acapulco, ya habituales por aquí, y me gustaron lo mismo que cuando los escucho grabados: mucho, a ratos, muchísimo. Me enteré, soy despistado, que habían sacado nuevo disco y que Angelina e Ismael lo habían llamado El año del tigre. Comprobé, de cerca, que mantienen ese mágico tono planetario que todo lo hace mucho mejor. Y regresé contento.

Alberto Ballesteros

La canción de las 16:26. Ayer tuve un día de mierda. Así, sin exagerar y sin apenas tiempo para calentar los paños. Pero fue entrar en aquel garito y comprobar que allí había 50 o 60 tipos felices. El que más, en el escenario, este Alberto Ballesteros, que ya había pasado por aquí con aquel stoniano a más no poder No nos van a reconocer. Lo conocí por amigas de queridísimas. Parece buen tío y toca la guitarra, además de muy bien, con ese bamboleo tan característico del gran Keith Richards. Y eso, tan de cerca, es impagable. También las risas, el mejor rollo, el infinito talento, la buena música en vivo al fin. Lo bueno que sería este lugar al que llamamos mundo si Alberto Ballesteros, y tantos como él, pudieran vivir (bien) de su arte. Anda ahora presentando nuevo disco y ya hay fieles, benditos, que se saben las canciones. También la de este Mañana será otro día. Por cierto, mi día de hoy tampoco es mucho mejor. Después del snooker de dentro de un rato, os cuento, aunque siempre quedará un buen concierto que ver.

PabloPablo

La canción de las 15:22. No sé si hoy escribo un post, párrafo para mi compañera de enfrente, o dibujo un árbol genealógico. Me gusta tanto una cosa como la otra, pero como no escribo mal y dibujo fatal, redactaré un árbol. Resulta que Ana Laan, española de Madrid, criada a medio camino entre Estocolmo e Inglaterra sin perder de vista su ascendencia neerlandesa, hacía los coros al maravilloso Javier Álvarez cuando estaba embarazada. Su pareja, por aquel entonces, era el inigualable Jorge Drexler. Aquella criatura, Pablo para más señas, ha decidido ahora, ya adulto, redoblar esfuerzos y doblar nombre para seguir la senda de sus talentosos padres. Azul Zafiro es su otro bautizo.