Ríete tú de la canción protesta. Pedro Pastor en concierto

Delante de mí, dos veinteañeras se gritaban una a la otra: “Amo a la libertad, amo a la gente normal”. De repente, como pasan las cosas que pasan sin esperarlas, me encontré de frente con parte de esa generación que yo creía perdida. Allí, cantando completitas las letras de uno de los descubrimientos más esplendentes de los últimos tiempos. Coreando los temas de aquel fantástico “Aunque cueste contarlo” y también, para encantada parálisis mental del que suscribe, del novísimo “La vida plena”. Pero, ¿cómo es que lo conocéis? Quise preguntar uno a uno a los miembros de aquella entregada hinchada que hacían más del centenar. Mas pensé que el recién llegado era yo y por ello decidí regocijarme en la bendición de las redes sociales, en la maravilla del boca-oreja, en la cibernética vuelta a los clásicos orígenes. Sería grandilocuente si dijera que recuperé la confianza en el ser humano. Ya lo he sido.


Dudo si Pedro Pastor ha cumplido los 20 años, pero sé que los 21, no. Una de sus canciones habla de la generación del 94. Echo cuentas, las mías, y me echo a temblar. Pero a la vez me maravillo al verle disfrutar ante una audiencia entregrada. En mi ciudad, sí, en mi propia ciudad, esa que yo siempre veo dormida, pasiva, resignada. Cautiva y desarmada. La otra noche no la viví así y a Pastor se lo agradeceré mientras pueda. No se me fue la sonrisa en hora y media de concierto. A veces, la tonta; las más, la dichosa por no haberme perdido lo que en otros tiempos resultó tan absurdamente prescindible.


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Ríete tú de la canción protesta. Pedro Pastor es ese mismo que en sus canciones da caña hasta al más pintado. Ese que cuenta las verdades del banquero, el que canta las cincuenta a todo bicho viviente. El que denuncia la indignidad que nos rodea. El que reconoce su complicidad con esa vergonzante situación. El que se niega a dejar de soñar con algo mucho mejor. El autor de un potentísimo discurso que cae, ya bien entrada la madrugada, como el rocío mañanero sobre veinteañeras cabezas dispuestas a pensar escuchándole. Ese que recupera el nombre de Pablo Guerrero, abuelo, por edad, de la mayoría de los presentes. Ese mismo.


En algunos momentos del concierto solo faltó el babero en el escenario. El chaval miraba a sus padres, el mítico Luis Pastor y la canaria Lourdes Guerra, hermana del monumental Pedro, con toneladas de admiración. Ellos, artistas y librepensadores, ignoro si en ese orden o más bien en el contrario, observaban a su criatura con quintales métricos de orgullo. Ganas me dieron de subir a la tarima a limpiar las babas más emotivas que en tiempo han visto mis ojos. La casta, de la buena, y el galgo.

El maravilloso círculo se cerró con la palabra del hermano salmantino, Suso Sudón, brutal rapsoda, con puntos y comas por imperiales banderas de locuaces ejércitos plenos de puro arte.

Debería poder ganarse la vida Pedro Pastor haciendo lo que tan bien hace. Si no fuera así, el fracaso sería tan insoportable como nuestro.

Fecha: 23 de octubre de 2014.
Lugar: Sala Music Factory (Salamanca).
Músicos: Pedro Pastor (Guitarras y voz), Marcos Bayón (Guitarra y coros), César Bayón (percusiones y coros). Invitados: Lourdes Guerra y Luis Pastor (coros), Suso Sudón (voz).

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