19 de octubre. María José Llergo

La canción de las 13:42. Como ya he escrito alguna otra vez aquí, no me llamó quien me tuviera que llamar por el camino del flamenco. Pero sí lo hizo por el de la sensibilidad y de eso sabe latín María José Llergo. Es de Pozoblanco, tiene una edad que no debería ni estar permitida y canta para hacer temblar el misterio, quitar el sentido y todos los demás tópicos que se nos puedan ocurrir. Ahora que Rosalía lo rompe en todo el mundo, esta “Niña de las dunas” no se le queda a la zaga. Ni mucho menos.

18 de octubre. Marisa Valle Roso

La canción de las 17:13. A muchos de mis amigos cibernéticos ni les conozco. Ya no digo personalmente, sino que hay algunos que ni siquiera sé quiénes son. Pero esa amistad de pega se hace real en muchas ocasiones cuando me descubren impresionante música nueva. La última adquisición, de esta misma tarde, es la portentosa asturiana Marisa Valle Roso. De sobra conocida en su mágica tierra natal, fuera de allí no lo es tanto. Y es tan injusto, que sólo me queda que regalar esta estupendísima versión de la “Macorina” de Chavela Vargas. Canela finísima.

16 de octubre. Cuzin

La canción de las 16:03. Probablemente no haya nada más que guitarras. Si acaso, voz, pero sobre todo guitarreo. Potente a poder ser. Con indudables referencias cinematográficas llega el regalo de hoy. Jero, no Romero, claro, sino Martín, José Carlos Peña y Manel Moreno conforman un grupo que se hace llamar, vete tú a saber por qué, Cuzin. En algo menos de dos minutos y medio recuerdan aquella maravilla de “Doce hombres sin piedad” y homenajean a aquel de ellos que dudó, el mismísimo Henry Fonda. Viva la guitarra y viva, por encima de todo, la duda.

14 de octubre. Viento Smith

La canción de las 11:22. Apenas me enteré del paso del huracán Leslie por mi casa. Vivo en un bendito lugar sin apenas ruido, rodeado de vecinos, ora ausentes, ora silenciosos, y estoy acostumbrado a la quietud hogareña. Horas antes, viendo la televisión, intuí el fin del mundo. Y decidí dormir, por aquello de que así me pillara el apocalipsis. Escuché más los nombres de Zamora y Salamanca que en el último año y medio. Y tampoco fue para tanto. Un día de otoño con fuerte viento, lo habrían llamado antes. Hace unos años, Ricardo Lezón, el artífice de McEnroe, y tres amiguetes más, formaron Viento Smith. Su música, más otoñal no puede ser.

11 de octubre. Javier Álvarez.

La canción de las 11:16. De lo que no me canso, no me canso. Nunca. De otras cosas sí, algunas incluso al poco de probarlas, pero de la música de Javier Álvarez nunca. Me parece lo más cercano a un héroe. Viejo y moderno a la vez. Siempre rompedor, un tipo al que el adjetivo original se le queda demasiado corto. Por este modesto blog de música e ilusiones ha pasado tanto solo como con leche y, en ambas combinaciones, gusta. En directo, aún más. Regresa ahora con material propio y combina, ojo a lo que sigue, la ranchera con los poemas de Jorge Manrique y de Federico García Lorca. Para cerrar el virtuoso circulo de la magia hecha música canta al mar. Bravo por él. De nuevo.

La magia de la música impar. Lisandro Aristimuño en concierto

Tiene Lisandro Aristimuño nombre de artista y primer apellido de árbitro de fútbol. Faltaría comprobar el segundo para imaginarle dirigiendo un partido en la Bombonera. Es, claro, argentino, como más de la mitad de los incondicionales que asistieron en el Cafe Berlín a su concierto en la lluviosa noche de este pasado martes. Fue el tercero de los recitales que Aristimuño ha protagonizado en la última semana en Madrid. Uno cada dos días. Siempre en día impar. Magia cabalística como truco para derrochar talento y belleza.

El del martes fue el mejor de esos tres conciertos. Básicamente porque es el único que vi. Lo podría llegar a asegurar porque difícilmente me puedo imaginar una cosa mejor. Acompañado al bajo por el habitual de la escena madrileña Jacob Reguilón y a la batería por el también argentino Martín Bruhn, Lisandro Aristimuño (Viedma, Río Negro, Argentina, 1978) protagonizó una exhibición llena de mayúsculas.

Me lo presentó, músicalmente hablando, hace años Xoel López y demostró que es un auténtico virguero de la guitarra y de la voz. Capaz de, dominando de largo las tres cuerdas más altas del instrumento, proponer ritmo de pop, de rock, de música electrónica, de folk y hasta de cumbia. Con una sola guitarra.

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Fue tan fantástico el concierto del artista patagónico que, pese a solo conocer de su ya extensa discografía la extraordinaria “Canción de amor”, disfruté como un crío de la totalidad de un concierto más brillante aún que cálido y emotivo. Aquel himno romántico llegó en penúltimo lugar, con Aristimuño ya en solitario, pero durante la hora y media anterior hubo lugar, espacio y tiempo para algunas de sus piezas más recordadas, coreadas en su mayoría por enfervorecidos compatriotas que eligieron la mejor música como perfecta manera de olvidar corralitos lejanos.

Aseguró el autor de “Azúcar del Estero” ser digno de ganar un Grammy al disco más triste de la historia; cantó una canción, “Blue”, en la que reflejaba su propio parto, y prosiguió con “Tres estaciones”, dedicada a su hija. “Quien tenga hijos, que llore escuchándola, como hago yo”, indicó el artista. Por motivos obvios, no lo hice, aunque reconozco que con ganas me quedé. Por cierto, la niña se llama Azul.

Sonaron también, casi todas preciosas, “Me hice cargo de tu luz”, “Una flor”, “Lobofobia”, “How long” o “El plástico de tu perfume”. Salí del concierto encantado, una vez más, de comprobar el milagro de la música en directo, la sorpresa ante lo casi desconocido, el placer frente al arte de cerca. Tanto que, en cierta manera, me arrepentí de haber comprado la entrada por Oferplan con el descuento correspondiente. Algo me ahorré. Aristimuño nada. Allí lo dejó todo.

9 de octubre. FAVX

La canción de las 15:33. Comparto música desde un lugar diferente. Como quien se traslada de ciudad, como quien cambia de trabajo. El gusto por lo buenísimo es lo único que me niego a modificar. Regalo en la primera tarde medio nublada en meses un trallazo de los muy buenos. FAVX son tres, deben andar ahora cerca de mí, aquí en la gran ciudad, y hacen el mejor de los ruidos posibles. Para esta hora y para cualquier otra.

8 de octubre. Ankli

La canción de las 18:02. Aunque no lo parezca, estoy de estreno. Cambié de casi todo, muda incluida, aunque a lo fundamental le di permiso para permanecer. Probé por si acaso también se había visto modificado mi amor por la mejor música del momento. Pasé el algodón, y no, ahí estaba como casi siempre, aunque no descarto que mi presencia por aquí se vea algo disminuida. Intentaré que no sea así, claro, porque de lo contrario, nunca habría caído en la cuenta de escuchar a esta chica de 22 años, mitad española, mitad suiza, a la que, literal, le gusta cantar y la Coca-cola sin hielos. Una de las dos cosas a mí también me gusta, pero la estoy dejando.