Un gigantesco rumor.
Fabián en concierto

¿Qué a quién dices que vas a ver?“. Me pregunto cuántas veces tendré que seguir contestando a esa pregunta cada vez que digo que voy a un concierto. Con Fabián siempre me ha sucedido. Todas las veces que le he visto. Todas las veces que he sido feliz disfrutando de uno de los mejores letristas y compositores del país. Pues es un chico de León, alto para su edad, digo. Y muy bueno.

Estuve ayer en el estreno de su disco en Madrid; bueno en realidad, en el debut en directo de esa estupenda maravilla titulada “El rumor de los tiempos”. Y no lo pasé tan bien como en otras ocasiones, aunque mucho mejor que en la inmensa mayoría de los momentos de mi vida. Desde la distancia, noté al gigante Fabián algo nervioso, más tenso que de costumbre, con problemas de afinación y alguno que otro de sonido a través de su oído derecho. Y, como así lo vi, así lo escribo.

Sería porque era la primera vez que mostraba en público a su sexta criatura, porque casi ninguno de sus compañeros de generación (Marwan, Manuel Cuesta, Txetxu Altube, Zahara, Andrés Suárez, Edu Vázquez o Willy Naves) se lo quiso perder, porque no se encontraba demasiado cómodo con su traje de señor mayor o, directamente, porque entre el público estaban sus afortunados padres, aquellos triunfadores de algún disco pasado.

Eso sí, sonaron perfectas algunas de las canciones que forman parte de su última entrega. La que le da título para empezar y otras espléndidas como “Artista“, “San Juan“, la valentísima “Venlafaxina” (¿cuándo seré capaz de decir yo lo que canta Fabián?) y, especialmente, “El Rey Pescador“, preciosa joya ya en el disco, aún más si cabe en directo.

Eché en falta algún clásico más, hubo tres o cuatro mal contados, pero siempre me sucede lo mismo con Fabián, dueño de un bellísimo cancionero lleno de algunos de los mejores poemas musicados de la última década en España. Eché de menos, igualmente, ese ratito acústico de sala pequeña y emoción enorme; justo cuando el gigante leonés demuestra también lo fenomenal guitarrista que es.

Por contra, disfruté de lo poderosas que suenan ahora algunas de esas canciones tranquilas electrificadas hasta el más bello de los extremos.

Releo lo escrito y parece que lo pasé mal. Todo lo contrario. Emocionarme con la música no tiene precio y en la fresca noche madrileña lo volví a sentir. Será que Fabián se ha hecho mayor y yo demasiado exigente.

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