La canción de las 15:18. Desperté, perezoso, en una guerra de las de verdad. Prefiero, de lejos, esas otras de pasillos genoveses y puñaladas traicioneras. Era, en realidad, lo que nos faltaba, después de lo que aún no hemos acabado de pasar. Una guerra cerca, televisada, con consecuencias, siempre económicas, para nuestros bolsillos. Suficiente para dar portazo a las otras que olvidamos cada día. Pese a lo horripilante que es Putin, nunca podrá acabar con la música. Suelo tener claro, casi siempre, quién es el mejor en los dúos. Con Ortega y Gasset no fallo. Con Rubén Pozo, tampoco.
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