Manel en concierto: El grupo que
eligió muerte y nos dio la vida

Mi objetivo, ya desde el titular se ve, es no ser exagerado. No sé si lo conseguiré, pero al menos lo voy a intentar. El de presentación de su quinto disco, Per la bona gent, en Madrid, fue mi octava cita con los Manel. Y, pese a mi estado febril y a que compartía horario con la feliz semifinal de la Supertrola de Arabia, nunca, repito, nunca, les había visto tan potentes, tan emocionantes, tan fantásticos. Insisto en que no iba a exagerar.

El dato crucial es el siguiente: Ayer los Manel no tocaron ninguna de las canciones con los que yo me estrené con ellos, hace ya más de ocho años. No hubo momento para recordar ni Al Mar ni Ai, Dolors ni el resto de joyas que completaban un disco inaugural para no olvidar jamás. Con otros, semejante afrenta se habría tornado imperdonable. Con ellos, no. Solo hubo espacio en La Riviera para recuperar, con una versión rompedora, absolutamente sideral, aquel mítico Captatio Benevolentiae de nuestras entretelas.

Les admiro profundamente, pero por lo que más, con muchísima diferencia, es por lo valientes que son. Podrían haber seguido haciendo discos maravillosos, llenos de folk y ukeleles, y ofreciendo conciertos plenos de lágrimas con los que asegurarse un buen porvenir económico. Pero no, eligieron muerte y nos dieron la vida. Sus dos últimos discos están, de largo, entre lo más avanzado y ecléctico del mercado y ya nada queda, salvo el descomunal talento, de aquellos originales renovadores del folk catalán. Voy cumpliendo con lo de no exagerar, ¿no?

Comenzaron fuerte los Manel su presentación madrileña. No parecen nada amigos de las redes, las de verdad no las mentirosas de hoy en día y, por ello, acostumbran a saltar precipicios sin ellas. De otra manera no se podría entender que la canción inaugural de la velada fuera la monumental Formigues, la mejor, sin duda, del año musical en España. Un tema, como la mayoría de los que forman parte de Per la bona gent, nada sencillo, complicado hasta el extremo más bien; una canción de esas de las que es imposible salir una vez has entrado. Siguieron con canciones nuevas, Els entusiasmats (autotune incluido), Aquí tens el meu brac, que sonaron más que bien y Tubs de ventilació, multiplicada por 10 en su versión en directo respecto al disco de estudio.

No sé cuándo coños se acaba la década o si lo ha hecho ya, pero lo que tengo claro es que cuando lo haga, Jo Competeixo será una de sus mejores canciones”

Lo mejor de esta primera parte del concierto, quizá de su totalidad, quizá de la noche, de la semana, del mes, del año, insisto en que no quiero exagerar, fue la brutal exhibición que significó Jo competeixo. Hay que ser muy inquieto, muy valiente, muy brillante para, en los tiempos que corren, publicar una canción de casi nueve minutos de duración y no dejarse ni un segundo en la gatera para llevarla al directo de manera arrebatada como ellos, con el imperial Guillem al frente, lo hacen. No sé cuándo coños se acaba la década o si se ha terminado ya, pero lo evidente es que este será uno de sus temazos más representativos.

El outfit de Guillem

Pero, ¿no hubo nada entonces que no te gustara? Oigo que gritan desde una esquina. Pues, hombre, yo, de ser Guillem Gisbert, habría elegido un vestuario más apropiado. Y de ser él y los otros tres, Roger Padilla, Arnau Vallvé y Martí Maymó, habría escogido algunas otras canciones para poner el primer punto final a un concierto más que memorable… Amb un ram de clamídies, como que no.

Pero lo arreglaron, y de largo. La Riviera acogió al exilio barcelonés en la capital y resultó más que emocionante escuchar coreadas esas canciones que servidor aún no ha sido capaz de aprender de memoria, pero que le siguen emocionando como la primera vez que las escuchó. Después del fiestón que siempre supone esa Teresa Rampell que sigo sin saber quién es, el mítico “Otra, otra” del román paladino para solicitar algún bis se coreó al unísono con el catalán “No n’hi ha prou” (“No es suficiente“) y los Manel respondieron encantados.

Y, como son así, allí sonó la voz auténtica de María del Mar Bonet en la ecuménica Per la bona gent, y hasta pudimos escuchar al fallecido Pedro González, el mítico comentarista televisivo del Tour de Francia, hablando con Perico de Indurain y de Virenque. Todo perfectamente engrasado para acabar en el despiporre total con Boomerang y Benvolgut en serie cantados por una sala disfrutona como si no hubiera mañana.

Y dejamos La Riviera, ella y yo, con esa inmensa y emocionante felicidad que solo da la música en directo. La buena, la de siempre, la del mañana hecha con el talento del ayer. ¡Visca Manel!

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