La canción de las 18:13. Aparezco y desaparezco; no lo puedo remediar. El mal llamado horario de verano, el momento del año ese en que la canícula no es un emperador romano, descubrir lo gracioso que es el adjetivo desopilante, el miedo ante la inminente llegada de lo conocido, ese chaval murciano, esa periodista valiente, la dorada a la sal, la piel dorada… qué moreno estás siempre, me dicen; es que no me lavo, contesto siempre repitiendo añoradas palabras paternas. Todo eso, y mucho más, me impide regalar música. Claro que si tras la espera se esconde Anna Colom, todo es diferente. Barcelonesa, de la estirpe de la monumental Silvia Pérez Cruz y de la imperial Rosalía, Anna canta como ellas, si no mejor. Si encuentro más de estas, será un placer reaparecer.