De jaulas oscuras
Siempre me pregunto por qué la mayoría de los cortometrajes han de ser una sucesión de neuras, todas oscuras, la mayoría claustrofóbicas, de esas de no sufrir nunca lo bastante, de pasarlo horriblemente mal. Pensé que solo pasaba en el mundo del cine, mas confirmo escuchando la presentación de Vvltures en formato EP, que en la música también hay cabida para las obsesiones más negras que en la historia han sido. Con muchos pájaros debieron de soñar los componentes de este quinteto barcelonés en su más tierna infancia. Su impronunciable nombre ya es una pista. El título de su primer EP, “Birdcage”, jaula en román paladino, la confirmación de la sospecha.
Hacen música que no está entre mis preferidas. Lo admito. Beben, escriben los que controlan del particular, del post-punk, el post-rock y el noise-pop y reconozco que tanto guioncito acaba por aturdirme. Aplaudo, no podría ser de otra manera, su valentía para salir al mercado con la que está cayendo y su perseverancia para enseñar cómo interpretan ellos la música que tanto les gusta. Todo, por cierto, en inglés, como la mayoría de los que empiezan. Como la minoría de los que siguen.
Que me perdonen los ortodoxos, pero en “Runaway”, el corte que abre su presentación pública, aprecio un hipotético gusto por Depeche Mode, y eso supone todo un halago por mi parte. Restos de la música industrial comandan el comienzo de “Parasite”, pieza que continúa por oscuros derroteros guitarreros que mejoran a partir de la tercera escucha. Si dijera que “Dance”, el tercer corte, me gusta, mentiría, pero poco. No es luminosa precisamente, pero significa un interesante paso del ecuador, como un respiro, una necesaria toma de aire. Hay más sintetizador y se nota. Al fin y al cabo, es de baile de lo que se habla y la danza algo de alegre suele tener. O no.
La canción que da título al EP enlentece el proceso y también eso, en cierta manera, se agradece. El disco concluye con “Moonrise” y nuevamente se me aparece Dave Gahan y a veces la luna a la que cantan se convierte en creciente, incluso en casi llena. Son más de ocho electrónicos minutos, que harían las delicias de algún que otro conocido. Las mías, no del todo, pero sí se quedan cerca. No es, para nada, la peor manera de terminar. Más bien, lo contrario.
La música son, básicamente, gustos y colores. Los primeros son míos y los segundos, en esta presentación de Vvltures –aconsejo, abusando de la confianza, un cambio de nombre por aquello de la cuestión comercial, por complicada que sea-, están entre el gris marengo y el negro azabache. En todo caso, entre este al menos arriesgado “Birdcage” y lo penúltimo de Melendi no tengo duda. Siempre hubo clases. Aunque, por lo que veo y escucho, yo me perdiera alguna de ellas.
Publicado en www.elmundodetulsa.com