La canción de las 11:07. Salvajemente bailable fue, de siempre, este “Cannonball”, que hoy decido recuperar para solaz de adolescentes eternos y viejunos prematuros. Ese bajo recalcitrante retumba aún en mi cabeza confundido, a ratos, con humo y litros de alcohol que, a lo peor, corrieron por mis venas, mujer. Un par de décadas tiene ya este exitazo del mejor rock alternativo yanqui de todos los tiempos. Y, pese a ello, sigue sin hacerse mayor.