Ya se puede decir: Después de 25 años haciendo discos, Antonio Luque es mejor cuanto más pelo tiene. Su concierto del miércoles en el teatro Barceló, dentro del fantástico ciclo “Inverfest”, sólo hizo que certificar que Sr. Chinarro es lo más parecido a un Sansón moderno, andaluz, cachondo y con barriga. Porque sí, será por las cervezas o por lo que sea, pero Luque no cumple, afortunadamente, con el manido arquetipo físico del cantante indie de moda: estar flaco como un palo.
Fue sobresaliente el recital de Chinarro. Tanto que olvidé, justo en el instante en el que sonaron los primeros acordes de “Dos besugos”, la canción inaugural, el desastre colchonero en el Metropolitano. Porque es muy del Betis, que si no, evidentemente Luque sería del Atleti. Hizo un extenso repaso el cantante sevillano a su cuarto de siglo de trayectoria y tocó muchas de las piezas, algunas memorables, que componen la antológica “Colección permanente”, su último y recopilatorio lanzamiento discográfico.
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Confirmó el señor Chinchorro, como le llama una de sus tías, que no hay en España rimador profesional similar, que ya podían aprender los Lori Meyers de turno de él a hacer coincidir terminaciones de palabras sin caer en ripios vulgares y sin abandonar el más habitual de los costumbrismos patrios. Apareció Luque en plenísima forma. Habló de trap, de memes, de jinetes solitarios, de Vox (“busco amplificadores Marshall porque estos que llevo son marca Vox y los quiero cambiar”), de house, de sus seis meses en Madrid, de Esperanza Aguirre y hasta de golf.
No hay en España rimador profesional similar al Sr. Chinarro
Su buen momento lo demuestra el hecho de que su último disco original, “Asunción”, el 19º de su carrera, tenga un nivel altísimo, con canciones como esa vibrante “De piedra”, que es simplemente perfecta. Del nivel de míticas como “Del montón”, “El rayo verde”, “El progreso”, la divertidísima “Tímidos”, la lejanísima “El lejano Oeste”, la brutal “Babieca”, (“La noche pasada soñé / que Murcia iba a desaparecer / Granada ya no existía / ni rastro de Almería / no sé para qué me desperté…”). Aunque nada, claro, como “Los Ángeles”, la mejor del cancionero chinarriano de siempre e imprescindible en cualquier guía de lo mejor de la música nacional del presente siglo, pase lo que pase en los 81 años que quedan para que finalice.
Hubo lugar, incluso, para el flamenquito rockero de “El rito”, para la emocionante “El Alfabeto Morse”, que Luque canta en solitario, y para esas otras canciones más oscuras, “Quiromántico” entre ellas, en las que Chinarro canta como si a Jota de Los Planetas se le entendiera, al menos, la mitad de lo que dice.
Y luego, el envoltorio. Perfectamente engrasado para la ocasión. Resulta ya muy complicado imaginar qué sería de los discos y de los conciertos de Sr. Chinarro sin la compañía de Jaime Beltrán, impecable con la guitarra solista durante toda la noche. Beltrán lidera a los magníficos granadinos Pájaro Jack, grupo que comparte con Mario Fernández y Mario Rodríguez, también batería y bajista de Luque, respectivamente. El quinto elemento, a las voces y al teclado, David Molina, actúa como trasunto del maestro sevillano en los prometedores Catenaccio.
Fue, en fin, noche feliz. Prometió Chinarro volver. “Aunque sea en patinete”, dijo. Le esperaremos y rezaremos porque tarde mucho en pasar por el barbero.