La canción de las 10:03. Nada hay de malo en lo ligero. Más bien al contrario. Casi todo bueno es. Alguno recordará aquella historia de las misteriosas psicofonías en el madrileño Palacio de Linares, antes de convertirse en la monumental Casa de América. Aquello, miedoso que es uno de por sí, me interesó menos de lo justo; mucho más, dónde vas a parar, las canciones del grupo que así se da en llamar. Acaban de lanzar este “Hoochie-Coo” y solo de su agradabilísima escucha, pierdo un par de gramos, cuando no tres.