La canción de las 19:54. Sopesé llamar antes de preguntar; interesarme por si quedaba alguien por aquí. De primeras, lo descarté. De segundas, ni te cuento. Nunca ha habido casi nadie, ¿por qué ahora sí? Jamás había estado tanto tiempo sin compartir belleza en forma de canciones. Tuve tiempo, mas no necesidad. Me hice utilitarista tiznando mi piel, pero no dejé de escuchar música, básicamente porque en caso contrario, moriría en el nauseabundo fango que, de cuando en vez, nos rodea. Sin embargo, en uno de esos ratos mágicos, copilotando por el paraíso, muy cerca del mar, recordé que no había ponderado lo suficiente esta joyita de mis cada vez más admirados Cómo vivir en el campo. Y con ello, pensar en algo que nos haga estar bien, algo que nos haga felices. Sin más, sin menos.