Saint Malo

La canción de las 15:29. Tengo tanto que contar de la música que hoy regalo, que es muy probable que me acabe atropellando. Empiezo: una vez estuve comiendo ostras en Saint Malo. Sigo: Javier Jiménez Rolo nació en tierra santa, Cáceres, para más señas. Es compañero de fatigas del grandísimo Pájaro Sunrise. Más: preguntadle por los Sacramento Kings y por la Real Sociedad, que os vais a enterar. Casi para acabar: entre sus influencias, algunos de los héroes míticos de mi aún inacabada adolescencia, la Penguin Cafe Orchestra, sin ir más lejos y sin quedarse tampoco demasiado cerca. Todo ello, se resume en dos: Javier nunca ha estado en Saint Malo y lo fundamental, para seguir escuchando bobadas, solo música. Paz.

Los lagos de Hinault

La canción de las 18:32. Veo en la tele a gente con la que Berlanga y Azcona completarían una hipotética tetralogía de La escopeta nacional. Habito en la delgada línea que separa el esperpento del cierto miedito, a ratos, más lo primero; de cuando en vez, algo de lo segundo. Nosotros tenemos a Berlanga. Los franceses, a Louis de Funes. Carlos Ynduráin conserva el talento para rimar sin casi quererlo. Con Berlanga y Azcona tristemente desaparecidos, larguísima vida a Los lagos de Hinault.

Andrea Santiago

La canción de las 14:19. Recomiendo la música para calmar a las fieras. A mí, particularmente, me funciona, pero lo primero, eso sí, es tener algo de gusto. La navarra Andrea Santiago sabe bastante de calma y de sensibilidad. En este novísimo Lejos se nota la mano del vetusto Juanma Latorre y eso es siempre muy bien. Por cierto, lejos, estupenda palabra para hoy y aún mejor para mañana.

Cece June

La canción de las 15:40. Hacía bastante tiempo que no me sucedía. Lo echaba tanto de menos; no os podéis hacer una idea cuánto. Como hago casi a diario, vi en no sé qué lista de Spotify un nombre extraño, absolutamente desconocido, y me lancé a pinchar en él. En esto, una chica de voz poco convencional provocó que mi atención se centrara, única y exclusivamente, en algo, hasta entonces, completamente extraño para mí. Y allí, en cinco minutos inolvidables, casi irrepetibles, me quedé. Arropado y mecido. Cecilia Durán, Cece June en esto del desmedido arte y el infinito talento, es barcelonesa, vive en Michigan y es, sin exagerar ni una pizca, un absoluto primor.

Mirua

La canción de las 18:18. Los hermanos Zeberio, Mattin y Malentxo, y Maitane Iruiñ, no pueden ser más vascos. Se criaron en Tolosa y hacen música modernísima. Si san Google no me miente, mirua significa “cometa”. Es más, estos maquineros tres minutos y medio que comparten junto a Malakias, se podrían traducir como Los sueños mueren temprano. Sea como fuera, y entienda lo que no entiendo, me gusta.

Evve

La canción de las 15:38. Hace justo una década empecé a pensar en correr. Siempre lo había considerado de cobardes, pero fue decirlo ella y decidirme a seguirla. Mucho peor hubiera sido el masoquismo o los libros de autoayuda porque allí que habría ido yo igualmente. Casi diez años después sigo recorriendo kilómetros, ahora con un único y diferente propósito: tener la conciencia limpia para comer a gusto. Evelyn Piñero es de Murcia y, junto a Bienve Campoy, despliega su indudable talento a la atención de Evve. Este Correr adelanta lo que haré esta noche otoñal y me recuerda lo que ya nunca olvidaré.

Corte!

La canción de las 18:40. Me confieso amante de las batallas perdidas. Sé que no tengo nada que hacer, pero golpeo, una y otra vez, contra la pared de la modernidad. Mi edad, provecta, insisto, me lo permite. Llevo mal, por ejemplo, la ausencia del signo inicial de exclamación, no digamos ya del de interrogación. Me pregunto qué ha hecho el pobre para semejante indignidad y no acierto a adivinarlo. También en esto, pierdo. Gonzalo Barbero, madrileño del 97, dejó su anterior grupo, Carrera, para hacer lo mismo, pero en solitario. Ahora se llama Corte! y me gusta igual, o más, que antes.

Pandorado

La canción de las 15:18. Probablemente, la primera vez que pisé Astorga estuviera mi madre conmigo. Casi seguro, acompañábamos a mi padre en uno de sus infinitos viajes de trabajo. Ni una ni otro están ya, mas sus recuerdos permanecerán siempre. Con mi madre vi a aquellos maragatos en el reloj de la Plaza Mayor y es más que probable que comiera algún mantecado. Con mi padre, claro, el cocido maragato; lo mismo, pero al revés, ya sabéis. De Astorga también sale buena música; estos Pandorado sin ir más lejos. No lo sabía, pero hoy, como tantas otras cosas, ya lo sé.

Mateo Morral

La canción de las 18:17. Hubo un tiempo, muy malo, en el que no creía casi nada de lo que me contaba mi padre. Hubo otro, mucho mejor, en el que fue justo al contrario. Todo, dijera lo que dijera. De mi abuelo no sé casi nada, pero mi padre me contó un día que estuvo presente en el atentado contra Alfonso XIII el día de su boda, (la del rey, porque la de mis abuelos estoy tratando de averiguar cuándo fue), el 31 de mayo de 1906. Y me lo creo. ¿Qué gano no haciéndolo? Además, cuadra todo. Mi abuelo fue muy mayor siempre, vivía en Madrid por aquella época y, cuando no ganaba suficiente como camarero, conducía carros de caballos. Se libró por los pelos de la bomba que lanzó Mateo Morral desde el tercer piso del número 88 de la calle Mayor. Lo único que no me quedó nunca claro es si mi abuelo conducía la carroza de delante o la de detrás en la comitiva real, pero, como el rey, salió ileso. Mi madre, huelga decirlo, nunca lo creyó. Si mi padre hubiera sabido que, más de un siglo después, cuatro tipos se harían llamar Mateo Morral para cantar, tampoco lo creería.